Temas de brave new world

La primera escena, que ofrece un recorrido por un laboratorio donde se crean y condicionan seres humanos según el estricto sistema de castas de la sociedad, establece el tono antiséptico y el tema de la vida deshumanizada. Los procesos naturales de nacimiento, envejecimiento y muerte representan horrores en este mundo.

Bernard Marx, un psicólogo de la casta Alfa (o alta), aparece como la única persona descontenta en un mundo en el que el confort material y el placer físico -proporcionado por la droga soma y el sexo recreativo- son las únicas preocupaciones. Despreciado por las mujeres, Bernard consigue sin embargo atraer la atención de Lenina Crowne, una belleza “neumática” que acepta pasar una semana de vacaciones con él en la remota reserva Savage de Nuevo México, un lugar alejado del controlado y tecnológico mundo de Londres.

Antes de que Bernard se marche, su superior, el D.H.C., le revela espontáneamente que hace tiempo él también visitó la Reserva Salvaje, y le confiesa apenado que perdió a la mujer que le acompañaba allí. Avergonzado por la revelación de su emoción socialmente inaceptable, el D.H.C. se vuelve contra Bernard, amenazándole con el destierro por sus propios pecados sociales: no dedicarse con suficiente entusiasmo al sexo y al soma.

Ambientación de brave new world

Un mundo feliz es una novela distópica de ciencia ficción social del autor inglés Aldous Huxley, escrita en 1931 y publicada en 1932. Ambientada en gran medida en un Estado Mundial futurista, cuyos ciudadanos son diseñados ambientalmente en una jerarquía social basada en la inteligencia, la novela anticipa enormes avances científicos en la tecnología reproductiva, el aprendizaje del sueño, la manipulación psicológica y el condicionamiento clásico que se combinan para hacer una sociedad distópica que es desafiada por un solo individuo: el protagonista de la historia. Huxley siguió a este libro con una reevaluación en forma de ensayo, Brave New World Revisited (1958), y con su última novela, Island (1962), la contrapartida utópica. La novela se compara a menudo con Diecinueve ochenta y cuatro (publicada en 1949) de George Orwell.

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En 1999, la Modern Library situó Brave New World en el número 5 de su lista de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del siglo XX[2]. En 2003, Robert McCrum, escribiendo para The Observer, incluyó Brave New World cronológicamente en el número 53 de “las 100 mejores novelas de todos los tiempos”,[3] y la novela apareció en el número 87 de la encuesta The Big Read de la BBC[4]. A pesar de ello, Brave New World ha sido frecuentemente prohibida y cuestionada desde su publicación original. Ha figurado en la lista de la American Library Association de los 100 libros más prohibidos y cuestionados de la década desde que la asociación comenzó a elaborar la lista en 1990[5][6][7].

Reseña de brave new world

Un mundo de bebés modificados genéticamente, consumo sin límites, sexo casual y drogas … Margaret Atwood se pregunta cómo se mantiene la visión de Aldous Huxley de un futuro totalitario 75 años después de la publicación de Un mundo feliz.

En la segunda mitad del siglo XX, dos libros visionarios proyectaron su sombra sobre nuestro futuro. Uno fue la novela de George Orwell de 1949 Diecinueve Ochenta y Cuatro, con su horrible visión de un estado totalitario brutal y controlador de la mente, un libro que nos dio el Gran Hermano y el crimen del pensamiento y el newspeak y el agujero de la memoria y el palacio de la tortura llamado Ministerio del Amor y el desalentador espectáculo de una bota que se clava en el rostro humano para siempre.

El otro fue “Un mundo feliz” (1932) de Aldous Huxley, que proponía una forma diferente y más suave de totalitarismo, una de conformidad lograda a través de bebés creados con biberón y persuasión hipnótica en lugar de la brutalidad, de un consumo ilimitado que mantiene las ruedas de la producción girando y de una promiscuidad oficialmente impuesta que elimina la frustración sexual, de un sistema de castas preestablecido que va desde una clase directiva altamente inteligente hasta un subgrupo de siervos poco inteligentes programados para amar su trabajo servil, y del soma, una droga que confiere una felicidad instantánea sin efectos secundarios.

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Explicación del final de brave new world

Brave New World comienza en una sociedad futurista incómodamente estéril y controlada, comúnmente llamada “el Estado Mundial”. Nos unimos a la historia mientras un grupo de jóvenes estudiantes recibe una visita a la fábrica del “Centro de Cría y Acondicionamiento de Londres” de manos del director del centro, cuyo nombre es… El Director. Todo es un poco espeluznante.

El Director explica a los estudiantes el proceso por el cual los seres humanos son cultivados dentro de botellas y luego son condicionados (léase: se les lava el cerebro) para que crean ciertas “verdades” morales. Este condicionamiento, también conocido como “hipnopedia” o “enseñanza del sueño”, instruye a los ciudadanos a creer en el valor de la sociedad por encima del individuo. Cada persona existe para servir a la comunidad. Su trabajo es ser consumidores y trabajadores, lo que a su vez mantiene la economía estable y fuerte. Comprar mucha ropa. Utiliza muchos medios de transporte. Haga su trabajo.

Para que el sistema funcione mejor, los humanos se dividen en varias castas: Alfas, Betas, Gammas, Deltas y… redoble de tambores… Epsilones. Los alfas son inteligentes, altos y musculosos; los épsilones son bajos, tontos y feos. Esta gente descubrió que la mejor manera de mantener estúpidos a los no Alfas es darles sustancias peligrosas mientras están en el tubo de ensayo. En este caso, utilizan el alcohol y la privación de oxígeno. Además, las castas inferiores se cultivan en lotes, de modo que 100 épsilones son todos copias exactas de los demás. Y pensabas que tener un hermano mayor era difícil. Imagina tener 99 clones.

Por Pablo Mariscal

Soy Pablo Mariscal periodista especializado en tecnología e informática. Entre mis intereses se encuentran la realidad virtual y la programación, pero mi principal objetivo son las noticias. Llevo cinco años escribiendo sobre tecnología y tres como periodista independiente.