La conspiración de las bombillas

La obsolescencia programada es algo que todos conocemos, consciente o inconscientemente. Afecta a la durabilidad de nuestros dispositivos tecnológicos y, por tanto, tiene un peso económico considerable en nuestros presupuestos personales. Lo que estamos menos acostumbrados a considerar son sus consecuencias y la forma de contener el fenómeno.

La basura electrónica es uno de los residuos que más crece en el mundo: se calcula que en 2025 se generarán 53,9 millones de toneladas al año. Esto equivale al peso de 145 edificios del Empire State. Estos datos proceden de la Oficina Internacional de Reciclaje. Greenpeace añade que muchos de los cientos de materiales de los que están hechos los aparatos eléctricos y electrónicos son tóxicos: cuando se desechan, pueden contaminar el medio ambiente y afectar a la salud de las personas. ¿Por qué se desechan tantos aparatos? ¿Cómo podemos cambiar esta situación y las consecuencias que genera? La respuesta puede estar en lo que se conoce como obsolescencia programada, y en las organizaciones que trabajan para combatirla.

La obsolescencia programada significa que los productos están diseñados para dejar de funcionar al cabo de cierto tiempo. Su fallo no es en absoluto inevitable. Más bien, es provocado intencionadamente por los fabricantes. El documental español “Comprar, tirar, comprar” aporta pruebas basadas en hechos de cómo nació esta obsolescencia en el siglo XX. Según la investigación de la película, fueron los fabricantes de bombillas quienes la “inventaron” para reducir a propósito la vida de las bombillas, que pasaron de durar 2.500 horas a sólo 1.000.

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Esta es la verdad sobre la obsolescencia programada de la tecnología

La obsolescencia planificada describe una estrategia que consiste en garantizar deliberadamente que la versión actual de un determinado producto quedará desfasada o inservible en un periodo de tiempo conocido. Esta medida proactiva garantiza que los consumidores buscarán sustitutos en el futuro, con lo que se refuerza la demanda.

La obsolescencia puede lograrse mediante la introducción de un modelo de sustitución superior, o diseñando intencionadamente un producto para que deje de funcionar correctamente en un plazo determinado. En cualquiera de los dos casos, los consumidores favorecerán teóricamente los productos de la siguiente generación en detrimento de los antiguos.

Mientras tanto, en el ámbito de la tecnología, el ciclo de sustitución de los dispositivos electrónicos personales, como los smartphones, ha sido históricamente de dos a tres años, porque los componentes empiezan a desgastarse y las nuevas generaciones de software y sistemas operativos se vuelven menos compatibles con el hardware envejecido. Además, los programas informáticos suelen estar diseñados para incluir nuevas funciones y tipos de archivos que son incompatibles con las versiones antiguas del programa.

La obsolescencia planificada difiere de la obsolescencia percibida, que es cuando los diseñadores realizan frecuentes cambios estilísticos en sus productos, debido a la disminución de la deseabilidad percibida de los artículos que no están de moda.

Obsolescencia planificada

La obsolescencia planificada surgió a principios del siglo XIX, cuando la economía era aún joven. Las empresas eléctricas de todo el mundo crearon una organización secreta llamada PHOEBUS cuyo objetivo era controlar la producción y los precios de las bombillas. Y decidió fijar la vida útil de las bombillas en mil horas y este objetivo se consiguió. Por lo tanto, incluso cuando se ha desmantelado y la limitación se levantó, la vida útil no subió y se estancó a mil horas.

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Además, los ingenieros tuvieron que convertirse en destructores: las mallas son un buen ejemplo. Como se estaban volviendo demasiado resistentes con el descubrimiento de nuevas fibras, se ordenó a los ingenieros que disminuyeran la resistencia de las mallas de forma científica. De este modo, disminuían la calidad del objeto en el que acababan de trabajar muy duro. Finalmente, los que estaban en contra de este método no se impusieron.

El cambio de modelo anual es un tema importante ligado a la obsolescencia programada. Introducido por Alfred P. Sloan en General Motors con los coches Chevrolet en los años 20, su principio es lanzar cada año un nuevo producto con diseño y colores diferentes para crear una especie de moda y una necesidad del consumidor de tener la última versión.

La conspiración de la bombilla La obsolescencia planificada y sus efectos en el mercado

Este documental estaba en mi lista desde hace mucho tiempo, pero bueno, mi lista de documentales que aún quiero ver es interminable de todos modos. The Light Bulb Conspiracy es un documental de 52 minutos (cortos) sobre la obsolescencia planificada. Obsolescencia planificada, ¿qué? La obsolescencia planificada de los productos, existe. Aunque suene ridículo, existe de verdad.

Escribí un pequeño resumen de La conspiración de las bombillas, que explica el concepto de obsolescencia planificada: La obsolescencia planificada se fundó ya en la década de 1920. Fue fundada por un cartel llamado Phoebus. Phoebus formaba parte de un grupo de empresas que vendían la mayor cantidad de bombillas en todo el mundo (Philips formaba parte en los Países Bajos). La primera bombilla inventada por Thomas Edison, tenía una vida útil de 1500 horas. Más tarde se mejoró a 2.500 horas, pero el cártel no estaba contento con esto. El cártel puso en marcha un plan para que todas las bombillas tuvieran una vida útil de 1.000 horas. Los productores eran constantemente controlados y multados si las luces tenían una vida útil más larga. Durante la Gran Depresión, Bernard London tuvo incluso la idea de convertir la obsolescencia planificada en una ley, para que los consumidores siguieran comprando y la economía volviera a crecer. En 1950 llegó un nuevo tipo de obsolescencia planificada. Había que seducir a los consumidores para que compraran el nuevo producto cada vez, se convirtió en una cuestión de moda. Brooks Stevens fue uno de los primeros en hacer esto con sus productos y difundió la idea. Esto se sigue haciendo hoy en día, por empresas como Apple (que incluso fue cosida en 2003 por este motivo). Los residuos se envían en su mayoría a países del tercer mundo bajo el nombre de “productos de segunda mano”. Las consecuencias son terribles. Los residuos se vierten por todas partes y se crean zonas muertas. El consumo excesivo es uno de los mayores retos de nuestro tiempo.

Por Pablo Mariscal

Soy Pablo Mariscal periodista especializado en tecnología e informática. Entre mis intereses se encuentran la realidad virtual y la programación, pero mi principal objetivo son las noticias. Llevo cinco años escribiendo sobre tecnología y tres como periodista independiente.